Los fieles ortodoxos se preparan para conmemorar el Domingo de Ramos. Esta fiesta tradicionalmente se celebra el último domingo anterior a la Pascua para recordar un episodio de hace más de dos mil años, descrito en el Evangelio: la entrada de Jesucristo a Jerusalén.

Según dice el Evangelio, Jesús llegó a Jerusalén cuando faltaba menos de una semana para su muerte en la cruz y su posterior resurrección. Sin embargo, la celebración del Domingo de Ramos es más que una mera recordación de aquel episodio de la historia sagrada, opina el sacerdote ortodoxo Dmitri Pershin:

–El Domingo de Ramos es el día en que Jesucristo entró triunfalmente a Jerusalén montado sobre un asno, a pesar de que ya sabía del sufrimiento que lo esperaba. El pueblo lo saludó y lo alabó echando ropa y ramas de palmera a sus pies, sobre el camino que lo llevaba a la muerte. La tradición de celebrar el Domingo de Ramos tiene una larga historia. Pero hoy en día, debemos acoger a Cristo de manera distinta. Debemos salir al encuentro del Salvador haciendo nuestro propio camino de arrepentimiento y de amor, para que el Señor entre a nuestros corazones y nos convertamos en una Jerusalén, donde él more en su vida terrenal y en la eternidad.

En diferentes países y pueblos esta fiesta ancestral se celebra de diferentes maneras. En Rusia, hasta mediados del siglo dieciocho, se hacían procesiones encabezadas por obispos montados en asnos o caballos. Al animal necesariamente tenía que llevarlo por la brida el gobernador local. En Moscú, el propio zar conducía al asno que llevaba al máximo jerarca de la Iglesia Rusa.

Otra costumbre puramente rusa consiste en usar ese día ramas de sauce. El sauce es una de las primeras plantas que florecen en primavera por estas latitudes septentrionales. Por eso los rusos usamos ramas de sauce, y no de palmera, como la mayoría de los cristianos, dice el arcipreste Vadim Leónov:

–La gente que dió la bienvenida a Cristo a su entrada a Jerusalén tenía ramas de palmera en sus manos. En aquella época así se solía saludar a los reyes. El pueblo de Israel creía que Jesucristo venía a liberar sus tierras de los invasores romanos y a restablecer el reino de Israel. La entrada triunfal del Dios Hombre a Jerusalén se celebra desde aquel entonces con ramas de palmera. Pero las palmeras en Rusia son difíciles de encontrar. A estas alturas del año, en muchas partes lo único que florece es el sauce. Por eso, en vez de las ramas de palmera se suele cortar y usar para oficios las de sauce.

Este año, después de la liturgia solemne en la Catedral de Cristo Salvador de Moscú, los moscovitas y visitantes de esta capital podrán observar una de las mayores reliquias del mundo cristiano. Terminada la oración, se exhibirá en el centro de ese principal templo ordodoxo de Rusia un arca con un pedazo de la Túnica del Señor y un clavo de la Santa Cruz.

Según dice el Evangelio, la Túnica de Jesucristo fue ganada por sorteo por uno de sus verdugos. Hasta el siglo XVII la guardaron en la iglesia patriarcal de Mtskheta, antigua capital de Georgia. Después de la conquista de Georgia por el Shah Abbas, de Persia, la reliquia fue trasladada a Moscú y colocada en la Catedral de la Dormición en el Kremlin. Más tarde, la dividieron en porciones que fueron repartidas entre diversos templos y monasterios de Rusia y Ucrania. En el siglo XX, en los años del ateísmo beligerante, un fragmento de la Túnica de Cristo, encerrado en un tríptico de plata, pasó a formar parte de la colección de los Museos del Kremlin de Moscú. Sólo en noviembre de 2007, lo devolvieron a la Iglesia Ortodoxa Rusa.

El 29 de junio de 2008, la Iglesia Ortodoxa Rusa recuperó desde las bodegas de los Museos del Kremlin otro objeto sagrado: un clavo de la Santa Cruz. Es sabido que la Santa Cruz y los cuatro clavos los tenía en su poder Santa Elena, reina de Jerusalén equivalente a los Apóstoles de Cristo, en el siglo IV. Con el tiempo, se hicieron copias de clavos que contenían partículas de piezas originales y eran por ello igualmente venerados como reliquias.