Las compañías alemanas se interesan más por las oportunidades que les pueda ofrecer África del Norte. Incluso los consorcios automovilísticos japoneses se marchan de China. Si tal tendencia continúa, la marca “Made en China” será casi una rareza, vaticinan los expertos.
A juzgar por todo, toca a su fin la era del dominio mundial de las mercancías hechas en China. Durante casi veinte años China ha sido un taller gigante que producía de todo. En un país en que vive casi la quinta parte de la población del globo terráqueo, se aceptaba cualquier trabajo por un salario mínimo. Las autoridades respaldaban la llegada de inversiones extranjeras al país. Esto ayudaba a resolver el problema del desempleo y garantizaba la aparición de nuevas tecnologías. Como resultado, la economía registró un crecimiento colosal. Ahora este se enlentece y la dirigencia china decidió tomar el proceso bajo su control. Algunas ideas suyas pueden incidir negativamente en los negocios de las compañías extranjeras, advierte el experto del Instituto de Economía Mundial y Relaciones Internacionales de la Academia de Ciencias de Rusia, el profesor Alexei Portanski:
–Últimamente ha llegado de China noticias sobre el propósito de la dirección de cambiar radicalmente su estrategia económica. Entre otras cosas, el Consejo de Estado de China publicó un plan de reducción de capacidades de producción superfluas en toda una serie de ramas industriales. La cosa consiste en que en China casi se ha agotado el principal recurso de competencia: la mano de obra barata, que durante largo tiempo se traía de las aldeas. En este contexto la decisión de las grandes compañías de pasar la producción a otros países es absolutamente lógica.
Otra causa reside en que la producción se vuelve cada vez más compleja. Para atenderla se necesita un personal cada vez mejor calificado. Y este es consciente ya de su valor y exige que se mejoren las condiciones de trabajo. Varias huelgas y los empleadores se ven obligados a hacerles concesiones, explica Andrei Ostrovski, vicedirector del Instituto de Estudios sobre el Extremo Oriente de la Academia de Ciencias de Rusia:
–En China se asiste al crecimiento salarial. Las firmas que crean empresas conjuntas en China se ven constreñidas a aumentar los gastos en mano de obra. Por añadidura, en China comenzó a realizarse la reforma de seguridad social, lo que llevó a un encarecimiento considerable de la fuerza laboral en las empresas.
Actualmente el salario mínimo en China ha crecido a ochenta centavos norteamericanos por hora. En las desarrolladas provincias costeras, donde está concentrado el grueso de empresas foráneas, el salario de los obreros chinos crece aún más rápidamente. Allí el pago mínimo llega ya a un dólar por hora. Al propio tiempo, a guisa de comparación, en Filipinas, este índice es de sesenta y un centavos, un argumento de peso para pensar en el traslado a este país. O bien, a Myanmar, Malasia, Tailandia. Asia Suroriental es muy atractiva para los inversores occidentales. Los europeos, desde esta vertiente, ponen sus miras en África del Norte.
Los japoneses amenazan con llevarse toda la producción de China. Pero ellos tienen sus propias causas, digamos, de color nacionalista.
¿Asusta esto a China? No tanto como pudiera hacerlo hace un par de años. Primero, en cualquier caso esta cuestión no se resuelve rápido. Segundo, los chinos se enrumban a producir sus propias mercancías, señala Konstantín Kókarev, vicedirector del Instituto de Investigaciones Estratégicas de Rusia:
–Actualmente se trata ya de que el sello Made in China pueda ser reemplazado por Design in China. Los chinos van a fabricar sus propios coches, su propia electrónica, ofrecer sus propios servicios, etc. Es el siguiente nivel de crecimiento de China, y este insta a pensar y analizar ciertas cosas.
Por el momento el “éxodo” de la producción extranjera de China no ha devenido una tendencia bien expresa. Pero cuenta con premisas serias.
Nota: Las opiniones expresadas por el autor no necesariamente coinciden con los puntos de vista de la redacción de La Voz de Rusia.
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