Ayer, los españoles celebraron un aniversario más de la proclamación de la Segunda República y el papel de la monarquía en el devenir del actual Estado democrático.
En la noche del domingo, mi viejo amigo y colega madrileño Sergio Velazco me llamó por teléfono a Moscú y lamentó que yo no estuviera junto a él en Madrid. Según él, el 14 de abril me perdí dos acontecimientos que se le grabaron en la memoria, al igual que a muchos habitantes de la capital. Se trataba de un acto dedicado al importante papel de la monarquía en el devenir de una España estable y democrática y de una multitudinaria manifestación de madrileños en homenaje al 82º aniversario del régimen republicano. Sobre sus columnas ondeaban banderas tricolores, símbolos de que la monarquía debe pasar a la historia, porque la Corona vive su peor momento. El hecho de que el número de participantes fuera de varios miles más que en años precedentes testimonia que esta idea es compartida ahora por más habitantes. Esto involuntariamente induce a pensar que la gente está influenciada de una manera evidente por los últimos acontecimientos. En particular, por el escándalo de corrupción relacionado con el yerno del monarca, Iñaki Urdangarín. No en vano la consigna principal de los manifestantes era “España mañana será republicana”. Uno de los manifestantes, el sindicalista Juan Sánchez, emitió la dudosa idea de que en España el último régimen legal era la república y, por eso, parte de la población exige la reinstauración del régimen republicano. Y que el dictador Franco casualmente escogió como su sucesor al actual rey.
En esta suposición, se hace una evidente alusión al marido de la hija del rey, Cristina, acusado de corrupción, y a los rumores que aparecieron en la prensa sobre una enorme fortuna financiera real que se guarda en los bancos de Suiza. Sin embargo, muchos políticos consideran que tales tendencias se deben a inculpaciones inventadas por parte de la población debido al desempleo, la carestía y, en definitiva, a la crisis que el país atraviesa. No en vano tras las invectivas contra la casa real se dejan oír demandas de nacionalizar los mayores bancos, otorgar trabajo a todos los españoles parados o cambiar la ley sobre los partidos nacionales. En una palabra, entre los que ven empeorar mucho su vida, surgen rumores de los más inverosímiles, detrás de los cuales no hay realidad alguna.
Como es natural, pocos españoles creen en semejantes infundios que aparecen casi a diario. Por esto, la mayor parte de la sociedad se levanta en defensa de Juan Carlos y su familia, que goza de respeto en todas las autonomías del país y en el exterior. Ayer mismo, paralelamente a la fiesta de los partidarios de la república, en Madrid se celebró un acto solemne organizado por los partidos políticos rectores que defienden el gobierno de hoy y que aprecian altamente la actividad de don Juan Carlos. No en vano, el vicesecretario del partido gobernante para cuestiones autonómicas, Javier Arenas, declaró ayer, entre ruidosos aplausos de la asistencia que la actividad del monarca no puede borrarse de la historia de la España pos-Franco. Todos los partidos políticos que pretenden hallar hoy defectos en la actividad del rey y de su familia, causan un daño irreparable a España que ya de por sí sufre una crisis. Y los rumores sobre quién sabe qué fortuna del monarca se guarda dizque en los bancos suizos no son sino un infundio de aquellos a los que no les gusta la actual dirección y la actividad del rey. De ahí su deseo de proponer a los españoles la opción entre la monarquía y la república, sin presentar propuestas concretas en economía y finanzas.
Tan solo los esfuerzos mancomunados de partidos de diverso credo, con la cooperación del rey y de otros eminentes líderes nacionales, son capaces de cambiar la actual situación en España y devolverle la envergadura de antes, acabar con el paro, la carestía y otras lacras. Muchos políticos y economistas de los países de la UE creen en estas iniciativas y auguran a España su rápido resurgimiento.
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