Esta iniciativa fue promovida por el Instituto Científico de Construcción de Maquinaria (TsNIIMASH) de la Agencia Espacial rusa Roskosmos.
La idea no es nueva. El primer científico en tomar en serio la posiblidad de captar energía solar en el espacio fue Peter Glaser, quien patentó el concepto en 1968. Se trata de un gran sistema de satélites receptores de energía solar en una órbita geoestacionaria para la adquisición y conversión de energía proveniente del Sol y su transmisión posterior a grandes antenas receptoras situadas en la Tierra para satisfacer el consumo energético. Para transmitir la electricidad captada, se transformaría la energía en radiación electromagnética con una longitud de onda establecida para que no pueda ser absorbida por la atmósfera terrestre. Los dos tipos de radiaciones considerados hasta ahora son las microondas y el láser.
Los expertos de TsNIIMASH proponen usar los láseres puesto que su uso permitiría reducir decenas de veces la superficie ocupada por las antenas receptoras en la Tierra. Aunque todavía no existe un láser de potencia necesaria, los científicos rusos aseguran que lo podrían sustituir numerosos diodos láser infrarrojos.
EEUU, Japón, Europa y China también desarrollan proyectos de construcción de las plantas eléctricas en el espacio para los años 2030-2040. Es lógico que Rusia se plantee también este objetivo, asegura el académico ruso Alexándr Zhelesniakov:
—Nosotros también tenemos que ocuparnos de estos temas. Si la energía proveniente del espacio es barata, serán proyectos muy beneficiosos. No se trata de competir con otros países. Hay que pensar en el futuro, es pura economía. Si construimos nuevas centrales eléctricas en la Tierra ¿por qué no hacerlo en el espacio si existe esta posibilidad?
El periodista especializado en el sector espacial, Igo Lísov, califica la idea de “bonita” pero demasiado cara y, por lo tanto, improcedente desde el punto de vista económico:
—Hay que ser realistas. Ningún país del mundo está llevando a cabo investigaciones serias para transmitir la energía desde la órbita hasta la Tierra.
Los proyectos existentes se basan en el mito de que las fuentes de energía convencionales acabarán agotándose. Sin embargo, para este momento se habrán desarrollado tecnologías para obtener energía de otras fuentes, asegura el científico ruso Andréi Ionin:
—Los mayores frenos al desarrollo de estos sistemas son el alto costo para la puesta en órbita de los paneles y ciertos obstáculos técnicos. Ya no hablo de problemas medioambientales que podrán surgir si, por ejemplo, el rayo de láser desde la órbita se desvía de su trayectoria. ¿Qué pasaría en la Tierra? Tampoco sabemos cómo influiría la transmisión de la energía en la capa de ozono. Es posible que las consecuencias sean tan negativas que no merece la pena. Antes de estudiar el proyecto de TsNIIMASH habría que solicitar informes de los economistas y ecólogos.
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