Por ambas rutas, entre el puerto de Karachi y la frontera afgana se transportaban a diario hasta doscientos cincuenta contenedores para la OTAN. Islamabad cerró esas vías tras el ataque aéreo estadounidense perpetrado en noviembre de 2011, que ocasionó la muerte a más de veinte agentes fronterizos paquistaníes. Entonces los paquistaníes exigieron asimismo el cierre de la base aérea de Shamsi, de donde despegaban los aviones sin piloto, y renunciaron a un programa para la preparación de oficiales de su ejército por expertos militares norteamericanos. En respuesta, Washington retuvo una nueva partida de ayuda militar por un monto de trescientos millones de dólares. Para ese entonces, las relaciones entre los dos países ya estaban notablemente deterioradas: Islamabad no ocultó su profunda indignación por la operación secreta emprendida por EEUU para aniquilar a Osama ben Laden, en el territorio paquistaní sin el consentimiento de las autoridades de Islamabad.
Y ahora el Parlamento paquistaní aprobó un documento sobre las nuevas relaciones con EEUU, que prescribe el cumplimiento de catorce condiciones. Las principales son: el reconocimiento público de su responsabilidad y pesar por el incidente de noviembre. Además, Washington debe pedir disculpas y asimismo someter a la Justicia a los culpables. Por tierra y por el espacio aéreo de Pakistán quedará prohibido transportar cargamento militar. Las fuerzas extranjeras no tienen derecho a mantener bases militares en territorio paquistaní y perseguir a la guerrilla, a la vez que los aviones no pilotados no deben volar sobre las zonas fronterizas de las tribus pashtunes. Estas exigencias serán remitidas al Gobierno en calidad de recomendación. Nadie sabe cuáles serán aceptadas . No todos los puntos convienen a EEUU y por eso pueden ser objeto de un pacto secreto –supone el vicedirector del Instituto de Orientalismo de la Academia de Ciencias de Rusia, Viacheslav Belodrenitski:
—El Parlamento paquistaní, que se orienta por la opinión pública del país, presentó exigencias rigurosas al maximo. Pienso que durante las negociaciones se encontrará la manera de mitigar su severidad. Los aparatos no tripulados no son ahora el problema al que EEUU ofrecerá resistencia. Los ataques ya se han reducido sustancialmente.
En el transporte por tierra están interesados tanto la OTAN, ya que el abastecimiento por aire le resulta muy costoso, como también Pakistán –prosigue Viacheslav Belokrenitski:
—Pakistán sufre pérdidas y sus fuerzas políticas esgrimen la opinión de continuar bajo determinadas condiciones la cooperación con EEUU, si bien la política norteamericana no despierta mayor entusiasmo en Pakistán. Los ánimos antinorteamericanos siguen siendo muy fuertes. Pero una cosa son las emociones, y otra cosa diferente es el interés pragmático.
Desde Karachi hasta los puestos fronterizos afganos de Trokham y Chaman antes se transportaban exclusivamente cargas no militares, mientras que el armamento era trasladado en aviones de transporte de la OTAN. En febrero Pakistán también abrió su espacio aéreo para esos aparatos “en calidad de primera medida para el restablecimiento de la confianza”. Los pertrechos ya son trasladados por el espacio aéreo paquistaní. Con respecto a uno de los puntos los diputados se han atrasado un poco.
Los norteamericanos deberían aceptar todas las condiciones, porque ya es hora de pensar en las vías de retirada –dice el orientalista Vladímir Moskalenko:
—Para EEUU y la OTAN lo más importante es retirarse de Afganistán. Las variantes propuestas por Pakistán son difíciles e irrespetuosas con respecto a EEUU. No obstante, les dan la posibilidad de cumplir la tarea central: irse, guardando más o menos las apariencias.
Vladímir Moskalenko explica que la retirada de las fuerzas de EEUU y la OTAN de Afganistán a través de las bases aéreas de los países de la Comunidad de Estados Independientes (CEI) o el traslado de las cargas a través el aeródromo de Uliánovsk, Rusia, con su transporte por el Transiberiano, son variantes muy costosas. Por los gastos no pueden ser comparadas con la ruta terrestre hasta Karachi y desde allí por mar, incluso si los militares son evacuados por aire. De modo que Washington e Islamabad deben alcanzar inevitablemente un compromiso sobre las rutas de evacuación, aunque sea desde el punto de vista de la futura retirada de la coalición de Afganistán. El quid de la cuestión estriba en si ese compromiso normalizará las deterioradas relaciones entre los dos aliados en la dilatada “guerra contra el terrorismo”.
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