Moscú está representado por el titular de Exteriores, Serguéi Lavrov, y por el nuevo embajador ante la Alianza, Alexander Grushkó. En el encuentro de hoy los analistas no esperan mayores revelaciones.
La mayoría de ellos coincide en que en el frente diplomático Rusia-OTAN reina la calma y, quizás, hasta fines de año.
El encuentro Rusia-OTAN transcurre en el marco del Consejo de la OTAN a nivel de ministros de Exteriores y de Defensa. Este foro es el último antes del evento más importante para la Alianza: la cumbre de mayo en Chicago. La OTAN tiene problemas de sobra: por ejemplo, los crecientes problemas en Afganistán, el agravamiento de la situación en Oriente Próximo, la negativa de los países europeos a asumir un fardo adicional de apoyo a las operaciones militares. Todo esto exige a la jefatura de la OTAN una reacción operativa. En tal situación lo mejor sería una cooperación más estrecha con Rusia. Pero el inconveniente está, sobre todo, en el trillado problema del sistema norteamericano de defensa antimisiles en Europa.
La actual sesión del Consejo Rusia-OTAN será la primera para el nuevo embajador ruso ante la Alianza: el viceministro de Exteriores, Alexander Grushkó. Durante su desempeño en la cancillería también se ocupó, entre otras cosas, de los problemas de la seguridad internacional y el desarme, incluso en el contexto de las relaciones de Moscú con EEUU y con la OTAN. Los observadores opinan que su designación es una señal clara a los socios occidentales: Rusia está dispuesta a seguir buscando resoluciones mutuamente provechosas sobre los problemas internacionales.
¿Pero la dirigencia de la Alianza está dispuesta a mantener semejante diálogo? De palabra sus líderes manifiestan semejante disposición. El secretario general de la OTAN incluso llegó a anticipar el logro de acuerdo sobre el escudo antimisiles. “Espero que podamos acordar la creación de dos centros de información con Rusia” –dijo Anders Fogh Rasmussen. Claro que lo dicho poco después por el director de la Oficina de Información de la Alianza en Moscú, Robert Pszel, resultó disonante. Él considera que el emplazamiento de misiles S-400 en la región de Kaliningrado no favorece el fomento de la cooperación. Los misiles rusos –según Pszel, “representan una amenaza, de la cual no se habla con la OTAN”.
Los dirigentes de EEUU y de la OTAN siguen asegurando obstinadamente a la parte rusa que el sistema de defensa antimisiles no amenaza de ninguna manera al potencial estratégico de Rusia. Pero ya son varios años que se niegan categóricamente a registrar este hecho sobre el papel –recordó a La Voz de Rusia el director del Centro ruso de Estudios socio-políticos, Vladímir Evséiev:
—Supongo que en la actual situación Occidente no ofrecerá a Rusia las garantías jurídicas sobre la defensa antimisiles que este país exige. Por cierto que la concesión de garantías por escrito de que el sistema norteamericano no apunta a Rusia sería un gran avance y permitiría encontrar toda una serie de soluciones. Pero difícilmente valga la pena ahora confiar en ello. Teniendo en cuenta la situación conformada Rusia debería emprender la creación de su propio sistema de defensa antimisiles.
Las declaraciones de los funcionarios de la Alianza la víspera de la celebración del Consejo Rusia-OTAN tienen un carácter político –apunta el presidente del Fondo de Apoyo a las Reformas Militares, Pável Zolotariov:
—Si ellos dicen que el sistema norteamericano o europeo de defensa antimisiles tiene un carácter meramente defensivo y no debemos temerle, exactamente lo mismo se puede decir del sistema S-400. Es un sistema meramente defensivo y debe formar parte del armamento independientemente de si los norteamericanos instalen o no el sistema antimisiles.
Difícilmente escuchemos ahora algo nuevo con respecto al escudo antimisiles –estima el experto. Al menos hasta noviembre, cuando se celebren en EEUU las elecciones presidenciales, todo se limitará a variaciones de las anteriores declaraciones, sin el menor avance.
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